El Hogar como Patria
Bruno Gallery 2010
Blandura Patria
Por Susana Torres
Llegó una época conflictiva en estos lares. Había enfrentamientos y crueles batallas, la tierra y ríos se tiñeron de sangre. Las armas, los objetos ya estaban cansadas de matar y mancharse. Una noche, los instrumentos de guerra acordaron rebelarse, aprovechando el cansancio de los guerreros y así fue.
... Las armas se transformaron y cobraron vida y de inmediato tomaron prisioneros a los guerreros y a sus jefes y les enseñaron a no pelear, sino a vivir unidos. Los hombres comprendieron y se dedicaron a trabajar, bailar y cantar juntos y las tierras comenzaron a producir abundantes alimentos.
(“La rebelión de los objetos”. Relato popular de una leyenda Moche.)
El concepto patria suele describir la tierra natal o adoptiva hacia la que un individuo se siente ligado por vínculos de diversa índole, como culturales o históricos. Sobre todo afectivos. Mientras tanto la palabra hogar se usa para designar un espacio, un lugar, que da la sensación de seguridad y calma.
Pero nunca lo que queremos o deseamos nos da sensación de seguridad o de paz. Aún menos la patria, menos aún el hogar.
Los peruanos tenemos sensaciones ambivalentes y contradictorias en relación a nuestro entorno cotidiano. La inseguridad es un sentimiento muy peruano. La incertidumbre económica, política o social, hace que nuestro hogar nos provoque una sensación ominosa. Aquel espacio alquilado o, peor, invadido, nos recuerda lo que no es completamente nuestro. Lo que siempre podríamos perder.
Nada tan inseguro como la patria.
La calle, nuestro barrio, lejos de hacernos sentir parte de una comunidad nos asusta muchas veces ante la inseguridad ciudadana.
“La calle está dura”, se dice para describir una situación de inseguridad económica. Necesitamos un poco de blandura patria.
Liliana Ávalos nos plantea lo que llama “esculturas blandas”, volúmenes que representan objetos cotidianos de nuestro entorno doméstico, que todos los peruanos reconocemos: electrodomésticos, productos de consumo masivo, tantas cosas otras. A través de ellas Ávalos le da un giro nuevo al concepto de blando.
Nuestra casa, nuestras calles, nuestro barrio, nuestra patria, necesitan un poco de esa sensación de suavidad y ternura. No lo fácil, más bien lo cercano, lo propio. Sentir apego y ver más asequible nuestro entorno. Un barrio, una ciudad más cariñosa con nosotros. Algo nuestro que podamos abrazar sin experimentar tensión o sospecha. Un espacio comunitario que no percibamos ya como agresivo.
Aquí lo blando nos habla de pertenencia, de hogar y paz. Contra lo áspero de los espacios cotidianos, una patria más sensible. Precisamos una casa y una patria más mullidas, donde nos sintamos más cómodos y confortables. Como ciudadanos, como amos de casa.
En ocasiones nada más radical que la blandura patria.
Lima, julio del 2010.